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miércoles, 28 de abril de 2021

MOVIMIENTO ESCÉNICO Y EXPRESIÓN CORPORAL

Por: Ivan Argudo


Facultades que debe dominar el actor para un buen desenvolvimiento en escena, elevando las posibilidades de transmitir correctamente al público de lo que se trataba la obra. A lo primero, es deprimente ver actores deambulando por el escenario sin rumbo fijo, lo que demuestra su desconocimiento de lo que está haciendo y por qué. Por supuesto, también la incapacidad del director para mover sus piezas coordinadamente, con la lógica que la situación exige. Los hay de dos tipos muy comunes: los que pretenden marcar paso a paso el movimiento del actor como si estuvieran montando las piezas del engranaje de una máquina, y los que no se preocupan para nada de algo tan importante con tal que el actor diga el texto memorizado como en la escuelita. Pues, ni lo uno ni lo otro. El actor es un ser humano pensante, con su propia capacidad intelectual y razonamiento. Qué se requiere entonces? ESTUDIAR. Sí, estudiar a fondo el contenido de la obra, las situaciones planteadas, los personajes y el por qué se hallan en la situación del momento. Si se ha llegado a tal nivel de comprensión, bastará con plantear la ubicación del actor en los diferentes planos del escenario (son nueve en total) y por qué deberá moverse a tal o cual otro, de acuerdo a la necesidad objetiva de comunicarse con el o los otros actores en escena. Es simple: en la vida real te aproximas a alguien con quien quieres dialogar, y te alejas si sientes alguna amenaza o repulsión. Así de simple!

Más grave aún es cuando se ponen en escena muchos actores. O se ve una sincronía aproximándose a una coreografía, que es lo ideal, o ves un montón de gente moviéndose tontamente, sin objetivo alguno, deambulando sin transmitir nada al espectador. Así que, mucho ojo con esta situación si queremos, de verdad, ofrecer espectáculos de calidad y no cualquier mamotreto como la mayoría de las cosas que presentan hoy en día.

En cuanto a lo segundo, la expresión corporal, es fundamental. Cada personaje, cada situación, cada momento escénico tiene una forma expresiva. No es lo mismo cuando en la vida real te acercas a un ser amado, delicadamente, y le plantas un tierno beso, que si tienes frente a ti a un ser despreciable que te ha causado un daño, un perjuicio. No será igual tu actitud si descubres que te han aprobado un proyecto de vital importancia para tu desarrollo profesional, que si el médico te informa que tienes cáncer. Ante lo primero tu cuerpo tenderá a elevarse y tu rostro mostrará una amplia sonrisa; ante lo segundo, lo primero que te ocurre es hundirte, doblarte, desencajarte, y tu rostro mostrará desolación, dolor, pesar.

En teatro es lo mismo: depende de la situación que está viviendo el personaje para que su cuerpo, su rostro, sus manos expresen una sensación, un sentimiento. Y aunque suena que es muy fácil representar tales situaciones en escena, NO LO ES. El actor debe preparar su cuerpo adecuadamente a base de ejercicios específicos, tanto a nivel intelectual como físico, que le permita un dominio absoluto del mismo. Cuando no hay tal preparación, es común escuchar comentarios del público como “No me convenció el actor tal”, o “Tal actor parecía postizo, falso, no me transmitió nada”. Nos hemos acostumbrado a ver actores que siempre son el mismo personaje, que siempre hablan igual, que siempre se mueven igual en escena. Esos no son actores; son personas que se aprendieron de memoria un texto y lo repiten “como loros”.


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